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La realidad del campo

La realidad del campo

Cómo funciona el sector alimentario

Todo comienza con una azada removiendo la tierra. El agricultor da vida al sector. Cultiva las tierras, sus manos se llenan de heridas, asume costes de producción, lidia con las inclemencias meteorológicas, sufre el ataque plagas que merman las cosechas… y cuando debería recibir la recompensa justa por todo su trabajo, se encuentra un precio de compra que no cubre ni los gastos económicos que le ha supuesto producir el alimento (por no hablar del esfuerzo físico y el tiempo empleado).

Esta última campaña citrícola, el agricultor recibió unos pagos aproximados de 15 céntimos por kilo de naranja y luego tuvo que ver cómo esa misma cantidad se vendía en el mercado a 1,5€.

El problema: la cadena de intermediarios desde el agricultor hasta el mercado. Una cadena con muchos eslabones que incluyen transporte, almacenamiento, confección, transporte, transporte, almacenamiento… multitud de viajes que en muchos casos resultan completamente innecesarios. Naranjas valencianas exportándose a Europa y valencianos comiendo naranjas procedentes de otros países.

Visuales Goteo cadena suministro

Estos procesos y eslabones resultan en intermediarios; participantes de la cadena de alimentación que, a cambio de su actividad, obtienen un beneficio económico. Pero cuando el precio de mercado queda establecido y los costes del intermediario aumentan, el que se encuentra en el escalón superior, aprieta al de abajo. Esto repercute uno tras otro hasta el último, el agricultor, quien se encuentra con más costes y con menos remuneración.

Así, muchos agricultores coinciden en que vale la pena dejar el producto en el campo y evitar empobrecerse más.

Los precios en agricultura son injustos, para quien más se lo ha ganado.

La solución que gusta a todos

Eliminar intermediarios innecesarios. Reducir la presencia de «garrapatas» en la cadena alimentaria para que las partes que más lo merecen sean las que más reciban. Precios justos, equitativos, razonables.

AGRARI surgió gracias a esta idea: ser parte del cambio que necesita el sector alimentario. No es cierto que los agricultores necesitan siete intermediarios para vender sus cosechas. Es posible conectar al agricultor con el consumidor final sin necesidad de pasar por tantas manos. Es posible consumir productos frescos, cosechados y enviados a las casas de la gente en el mismo día. El producto local debería ser consumido en su lugar de origen y el mundo lo agradecería.

Además, de esta forma el agricultor sí quiere cosechar y vender su producto. Porque sabe que por cada venta de un kilo de naranjas puede conseguir hasta siete veces más dinero. Pasar de 15 céntimos a 1€. El trabajo duro se refleja en un pago digno, justo, equitativo. Los agricultores, en tal caso, afirman orgullosos que son… agricultores.